lunes, 2 de septiembre de 2013

Orión

En un intento por ejercitar el cuerpo las místicas fuerzas de la naturaleza me llevaron a ejercitar mi sensibilidad espiritual. Eran las 6 de la mañana y ahí estaban, prestas, esperándome. Alnitak brillaba tranquila. Sus hermanas parecían no sufrir el estrago de los tiempos -o, al menos, no mucho-. Betelgeuze, inmensa como siempre parecía mirar y callar. Bellatrix un poco más sumisa también observaba. Y, me percaté de su silencio. Silencio que sabe Dios cuántas cosas ha de guardar.  Esas mismas estrellas habían presenciado inmensidad de guerras, de hazañas, de luchas y acontecimientos entre los hijos de los hombres. ¡Si estas estrellas hablaran! Oh, Dios, solo te pido que no las apartes de mi porque son mis compañeras de guerra. ¡Me han visto desde chico!

La luna brillaba con aire de agotamiento, como cansada de sus ciclos. Ya era hora de dormir. Se iba y se apagaba lentamente su brillo. 

Apenas eran seis y media y yo me iba a casa. No quería dejar de verla, de observarla. 
Mientras caminaba volví a alzar la vista y vi, vi que ahí estaba, inmutable, como sabiendo que la buscaba. Ahí estaba la constelación de Orión.


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